La Obispa Presidente Eaton insta al trato humano de los haitianos y otros migrantes

“Cuando algún extranjero se establezca en el país de ustedes, no lo traten mal” (Levítico 9:33).

En cuestión de semanas, el número de migrantes que llegan al sector de Del Río, Texas, de la frontera entre Estados Unidos y México, ha alcanzado niveles imprevistos. La mayoría son haitianos que buscan una vida mejor después de haber huido de múltiples crisis en su tierra natal. También hay cubanos, venezolanos y nicaragüenses. El trato que Estados Unidos ha dado a estos migrantes negros y otros en Del Río ha sido sumamente problemático. Como un asunto de trato humano, insto a la administración a que prosiga enérgicamente las medidas para otorgarles protección y garantizar que los actores responsables rindan cuentas por medio de una investigación seria sobre las denuncias de abuso.

Para muchos haitianos, Del Río es solo su destino más reciente —muchos han vivido y viajado por América Central y del Sur desde 2010. Ahora han convergido en el puente internacional entre Del Río y Ciudad Acuña, México, después de que presiones radicales los empujaron a emprender nuevamente la terrible jornada de los migrantes. A su llegada sufrieron duras condiciones y un trato aún más duro, incluido el acceso limitado a elementos esenciales como alimentos y refugio. Los informes muestran que la respuesta del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (DHS) fue aumentar el personal, cerrar el puerto de entrada de Del Río y acelerar las expulsiones a Haití. Esto se ha hecho utilizando una política controvertida, conocida como Título 42, que evita el debido proceso. A algunos migrantes, en su mayoría familias, se les ha permitido presentar sus solicitudes de asilo en los Estados Unidos, pero cientos de personas, incluidas familias con niños pequeños, han sido expulsados

La devolución forzosa de haitianos no toma en cuenta las consecuencias humanas de su retorno y los derechos humanos de las personas y las familias. Haití está lidiando con las secuelas de varias crisis consecutivas: un terremoto de magnitud 7.2 que ocurrió el 14 de agosto, la tormenta tropical Grace que tocó tierra poco después y múltiples deslizamientos de tierra que han devastado a un país que ya se tambalea por la agitación política y económica. Después de reconocer estos problemas generalizados, el secretario del DHS recientemente otorgó a Haití el estatus de protección temporal (TPS), permitiendo así que ciertos haitianos presentes en los Estados Unidos desde al menos el 29 de julio de 2021 permanezcan y trabajen en los Estados Unidos por un período de 18 meses. Este reconocimiento entra en conflicto con la respuesta a veces violenta que hemos visto en los últimos días.

Nuestra iglesia enseña que, como una cuestión de dignidad para todas las personas, los Estados Unidos tienen la responsabilidad internacional y moral de honrar los derechos humanos y la dignidad de los migrantes, y de no permanecer en silencio ante a la injusticia racial contra las personas de ascendencia africana (“Declaration of the ELCA to People of African Descent [Declaración de la ELCA a las personas de ascendencia africana]”, 2019). Los migrantes deben tener acceso a la protección humanitaria, incluido el asilo; esto se puede lograr aplicando las recomendaciones de salud pública de los expertos, suprimiendo el Título 42 y buscando socios de la sociedad civil para una respuesta compasiva de toda la sociedad y de todo el gobierno. Esta rápida expulsión de haitianos, enviándolos de regreso a Haití y a otros países, no es una estrategia de gestión migratoria responsable ni humana.

Como cristianos, algunos de nosotros vemos nuestras propias historias reflejadas en los rostros de estos recién llegados. La inmigración siempre ha sido un tema polémico, pero los nuevos desafíos, como el cambio climático, exigen una atención renovada a políticas migratorias justas y humanas. Las personas deben poder migrar —para escapar de la violencia, reunir a sus familias y buscar trabajo— de una manera segura y que reconozca las fronteras y la seguridad nacionales. La ELCA se compromete nuevamente a buscar una reforma migratoria justa, sabia y compasiva. Recordamos el “Churchwide Blueprint for Action on Central America and the Caribbean Concerns [Plan de acción de toda la iglesia sobre los problemas de Centroamérica y el Caribe]” de la ELCA, y reafirmamos nuestro compromiso de promover relaciones de apoyo mutuo con los pueblos de esta región y de trabajar por la justicia y la paz.

Nuestra iglesia tiene recursos para este propósito, y los invito a participar en un discernimiento más profundo sobre la difícil situación de los migrantes visitando elca.org/ammparo. Allí pueden aprender más sobre cómo la iglesia acompaña a los niños y familias migrantes en América por medio de una estrategia que incluye 54 sínodos y 202 congregaciones de acogida y santuario.

Juntos, en solidaridad,

Elizabeth A. Eaton, Obispa Presidente de la ELCA

“Así como Cristo en la cruz no perdió su dignidad, sino que de hecho se reveló a sí mismo en

total vulnerabilidad, cada ser humano maltratado retiene la imagen de Dios, quien le confiere

dignidad. Una sociedad no debe negar la dignidad de una persona por ninguna razón”.

—Mensaje social de la ELCA “Los derechos humanos”, p. 4